Nuestro viaje a Sri Lanka empezó con el contratiempo de la pérdida de la conexión aérea en Dubai, demorándonos ocho horas en llegar a Colombo, cuando ya había anochecido.
Como quiera que el toque de queda, impuesto tras el fin de la guerra civil en 2.009, se había levantado poco antes de nuestra llegada en el verano de 2.011, había planificado todo nuestro itinerario evitando desplazamientos después de oscurecer. Al final, las garantías que nos dio el chofer que iba a ser nuestro acompañante durante toda la estancia nos convenció para ponernos en ruta al sur, hacia Hikkaduwa, donde teníamos reservado hotel para esa noche.
Fueron unas tres horas de conducción caótica, evitando peatones y animales que aparecían súbitamente a derecha e izquierda, evitando a coches que adelantaban de manera intempestiva, adelantando nosotros de manera igualmente alevosa, haciendo sitio para tres coches donde parecía que apenas cabían dos. Todo esto sin que el chófer hiciera un mal gesto ni tocara el claxon en momento alguno...
Bueno, como a todo se habitúa uno, el último día del viaje ya íbamos charlando relajadamente mientras ocurrían a cada instante situaciones como las contadas.
Hacia el Parque Nacional Yala
Dormimos en Hikkaduwa, y por su magnífica playa nos dimos un paseo después de desayunar y ponernos de nuevo en ruta.
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Paseando por la playa de Hikkaduwa |
Como habíamos acumulado un retraso importante el día anterior, en la ciudad de Galle hicimos una breve parada para ver los vestigios de su pasado colonial holandés y portugués.
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El faro de Galle es el más antiguo de Sri Lanka |
La mezquita Meeran, uno de los escasos templos musulmanes que vimos en Sri Lanka |
El camino hacia el Parque Nacional Yala lo hicimos bordeando la costa, donde aún se podían ver los efectos devastadores del tsunami de 2.004, a pesar de los años transcurridos. La carretera avanza junto a playas desiertas en un océano Indico enfurecido en esta época del año.
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La isla de Taprobane en la playa de Weligama |
El mar está muy agitado en la costa suroeste de Sri Lanka durante los meses de verano |
En las cercanías del Parque Yala, separándose la carretera de la costa, entramos en la zona de humedales del lago Tissa, reserva artificial de agua construida en el siglo III a.C.
La visita al parque la hicimos con un guía acreditado, en su propio vehículo 4x4.
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Entrada al Parque Nacional Yala |
El paisaje del parque es arbustivo, con formaciones rocosas y charcas y lagunas donde se concentra la fauna, entre la que pudimos ver búfalos, ciervos moteados y sámbar.
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En las charcas, lugar favorable para el avistamiento de fauna, hay que tener lista la cámara |
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Búfalos en una charca del parque |
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Ciervos sámbar abrevando |
Axis o Ciervo moteado |
El Parque Yala tiene la mayor concentración de elefantes de Sri Lanka. El elefante asiático se diferencia del africano en que no tiene colmillos, lo que los preserva de la acción de los furtivos.
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Elefante asiático |
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Hembra de elefante con su cría |
El más esquivo de los habitantes del parque, y por eso el más deseado de avistar, es el leopardo de Ceilán. A su búsqueda emprendió nuestro guía un recorrido por las partes más recónditas antes de que anocheciera. Aún dio tiempo a ver a otras especies como cocodrilos y monos.
Y, finalmente, un leopardo en la lejanía.
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Leopardo |
Cercano al Parque Yala, junto a la costa, se encuentra el Parque Nacional Bundala, que son unas marismas con gran variedad de aves. También abundan los monos, cocodrilos y el Varano de Bengala.
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Marismas del Parque Bundala |
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Loriculo de Ceilán |
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Varano de Bengala |
La visita al parque termina en la solitaria Playa de Bundala, donde abundan las tortugas marinas, pero nosotros no logramos ver ninguna. Aquí aprovechamos para tomar el desayuno.
La playa de Bundala, lugar de nidificación de las tortugas marinas |
La Cascada Dunhinda
Después de la visita de los dos parques, pusimos rumbo hacia el centro de la isla, a la ciudad de Ella.
La primera parte de la carretera, aún en la Región Sur, discurre entre plantaciones de arroz, en medio de las cuales sobresalían pagodas y estupas como la de Yatala Wehera, con su muro de elefantes.
Pagoda de Yatala Wehera, cercada por un muro de elefantes |
o la pagoda Tissamaharama Raja Maja Vihara, a igual que la enterior, construida en el siglo III d.C.
La pagoda Tissamaharama Raja Maja Vihara, tras un campo de arroz |
Paulatinamente, el paisaje se hace más montañoso, con una vegetación exuberante y numerosas cascadas.
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El paisaje montañoso de la región de Badulla, en el centro de la isla |
Por recomendación de nuestro chófer, fuimos a ver la Cascada Dunhinda, que se encuentra a pocos kilómetros de la ciudad de Badulla. Para llegar a ellas hay que hacer un sendero vigilado por monos, que, para dejarnos pasar, nos conminaron a darles las mazorcas de maíz asadas que acabábamos de comprar.
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Por el sendero camino de la cascada |
Antes de llegar a la cascada, aún tuvimos que sortear las numerosas telas de araña que estaban tejidas de lado a lado del sendero.
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La cascada Dunhinda desde el mirador al final del sendero |
Terminada la excursión a la cascada, retornamos a nuestro hotel donde disfrutamos de lo exhuberante de la vegetación del entorno
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Vista desde nuestro alojamiento en Ella |
A la mañana siguiente pusimos rumbo al oeste al Parque Nacional Horton Plains, que formará parte de la entrada Sri Lanka, parte 2.
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