Belice es un paraíso para los espeleólogos. Su jungla
esconde centenares de cuevas en la roca caliza, muchas de las cuales permanecen
inexploradas en parte o totalmente.
La más famosa de estas cuevas es la Actun Tunichil Muknal (Cueva ATM), que se encuentra en las proximidades de San Ignacio y a ella íbamos a ir en la segunda de las excursiones que hicimos desde esta ciudad.
No había hablado mucho con el resto de mi familia sobre en qué consistía esta visita. Tan sólo dije que haríamos un recorrido por los alrededores de San Ignacio que incluía una visita similar a la que hicimos a la Cueva de los Murciélagos en el archipiélago panameño de Bocas del Toro, cuatro años atrás.
La cueva ATM sólo puede ser visitada con guías oficiales, en
grupos de 8 personas máximo y contratada previamente con agencias locales.
Después de unos tres cuartos de hora en coche, en el que el
guía nos fue poniendo en antecedentes de lo que íbamos a hacer (algún cruce de
miradas inquisitivas ya entre nosotros), llegamos al centro de recepción donde
había vestuarios, en los que nos cambiamos y pusimos el bañador y una camiseta,
que iba a ser la indumentaria con la que haríamos la excursión, además del
calzado que decidiéramos llevar que, de seguro, se iba a mojar.
Todas nuestras pertenencias, incluidas cámaras y móviles, se
tuvieron que quedar en el coche. Las fotos que ilustran esta entrada son gentileza de Belize Nature Travel, que me las proporcionó al final de la excursión.
Nos dieron un casco de espeleólogo con linterna frontal y
nos pusimos en marcha para una caminata de una media hora por la jungla dentro
de la Reserva Natural Tapir Mountain, en la que tuvimos que cruzar el Roaoring
River con el agua por las rodillas.
En el trayecto, mi hijo, que cerraba la fila, nos advirtió que habíamos pasado junto a una serpiente sin darnos cuenta y que seguía allí al borde del sendero. El guía, que había pasado el primero sin verla nos dijo que tuviéramos cuidado pues se trataba de una coral, con sus anillos de colores rojos, blancos y negros. A la pregunta de si las había dentro de la cueva respondió, con una sonrisa un tanto enigmática, que raramente.
Al fin, llegamos a la entrada de la cueva, donde tuvimos que esperar para que pasara el grupo que nos precedía. En nuestro caso, el grupo lo íbamos a formar sólo nosotros cuatro más el guía.
La entrada no es más que una hendidura oscura en la roca caliza, rodeada de vegetación y de la que sale un río.
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La entrada de la cueva ATM |
Cuando nos tocó el turno, ya en la boca de cueva, se ve una cámara kárstica más grande y se precisa echarse al agua (bastante fresquita) y nadar hasta una repisa donde el guía nos esperaba para ayudarnos a subir a ella y comenzar el primer tramo del recorrido sobre tierra firme.
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Nadando para entrar en la cueva |
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La entrada de la cueva vista desde el interior |
El recorrido en el interior de la cueva es una sucesión de galerías estrechas, algunas con agua hasta los hombros, lagunas en las que hay que nadar y amplias salas con estalactitas y estalagmitas en las cuales hay que descalzarse para evitar su deterioro. Todo ello con la sola iluminación de las linternas de nuestros cascos.
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Formaciones kársticas en el interior de la cueva |
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Estrechos pasadizos dan paso a amplias salas con estalactitas y estalagmitas |
Según nos fuimos adentrando por las galerías y salas de la cueva, empezaron a aparecer restos de cerámicas mayas, algunos intactos, la mayoría rotos, que correspondían a las ofrendas a los dioses para obtener buenas cosechas en recompensa.
Avanzando en el recorrido empiezan a aparecer vasijas de ofrendas mayas
Lo excepcional de ellos es que casi todos se han calcificado con el paso de los siglos, de tal manera que, hoy día, forman parte del propio proceso kárstico.
Restos de cerámica calcificados
Según la explicación del guía, los primeros vestigios
encontrados en la cueva serían del siglo VIII d.C. y estuvieron más de
doscientos años haciendo ofrendas que, en un principio eran los productos de su
agricultura y ganadería y se encuentran en las partes más accesibles de la
cueva.
Según empeoraron las condiciones de vida, empezaron a
ser de sacrificios humanos. Las cerámicas que corresponden a esta fase ya
llevan los llamados “agujeros de la muerte” como marca distintiva del fin para
la que se utilizaba y fueron depositados en partes más adentradas y de difícil
acceso de la cueva.
La visita combina la belleza de las formaciones kársticas más variadas y raras -como las estalactitas de desarrollo horizontal provocadas por las corrientes de aire- con los vestigios arqueológicos que pasan a ser de restos óseos humanos como un cráneo ya incrustado en la roca calcárea.
Cráneo humano, vestigio de un sacrificio
Este
cráneo estaba parcialmente fracturado. El guía nos explicó que se encontraba
completo hasta el día en que le cayó encima el objetivo de la cámara de un
turista.
La excursión no estuvo exenta de su dosis de aventura, ya que atravesamos
varias lagunas subterráneas, trepamos o bajamos entre repisas y tuvimos que
pasar por una grieta vertical de unas decenas de metros con la achura de apenas
nuestro cuerpo y el agua hasta los hombros.
De tanto en tanto, el guía nos decía que nos teníamos que descalzar para atravesar las zonas que requerían de mayor protección por las pisadas de los visitantes.
Para la parte final de la cueva, una repisa a la que hay que acceder uno a uno por una escalera de mano, es inevitable guardar algo de cola, porque los distintos grupos se van acumulando. Allí arriba, donde la cueva se estrecha y termina se encuentra el vestigio más famoso de todo el complejo: el esqueleto completo y calcificado conocido como la Doncella de Cristal.
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La Doncella de Cristal, el esqueleto humano calcificado de una ofrenda maya |
Según el guía, se asumió desde un principio que el esqueleto
corresponde a una mujer, sacrificada hacia el siglo X d.C., en el momento de declive
de la civilización maya en la zona, pero, realmente, no está claro ni su sexo
ni su edad.
El recorrido ida y vuelta nos tomó unas tres horas, con mucha descarga de adrenalina y una gran satisfacción final por la experiencia vivida.
National Geographics cataloga la cueva ATM entre las mejores cuevas sagradas del mundo. Para mí, esta experiencia se encuentra en el top de las excursiones en nuestros viajes, al nivel del Salto Ángel en Venezuela, la Upper Geyser Basin en el Yellowstone, los senderos del lago O’Hara en Canadá o el sendero al Mirador Base Las Torres del Paine en Chile, que están entre mis favoritas.
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